El término biofilia no es novedoso, fue ya acuñado por el filósofo y psicólogo Erich Seligmann a inicios del siglo XX. Las acepciones que recoge son muy variadas, pero en general todas ellas hablan de amor por la vida y lo vivo, con especial vinculación a la naturaleza.
Más tarde, el biólogo y entomólogo Edward O. Wilson, recientemente fallecido, fue un paso más allá en el concepto de biofilia. Consiguió demostrar la vinculación que existe entre el ser humano y el entorno natural. Las conexiones no son únicamente a nivel físico o biológico, sino también emocionales.
En el año 1984, este científico británico publicó una disertación en la que explicaba cómo es esa relación vinculante entre el ser humano y la naturaleza. Durante millones de años, el homo sapiens ha conectado de manera dinámica y profunda con su entorno, lo que hace obligatorio incorporar el paisaje y la naturaleza en el día a día, en todas las disciplinas, incluidas el interiorismo o la arquitectura.
La evolución del ser humano como especie está muy marcada por los sentimientos positivos y emociones ligadas a la vida natural y la experimentación de la misma. De este modo, en un momento en el que el abandono de los medios de vida tradicionales, más ligados al campo y al rural, una buena forma de reintroducir la naturaleza en el día a día es a través de la biofilia en el interiorismo.
Biofilia en el diseño de espacios, un soplo de aire fresco tras el confinamiento
Ya han pasado unos meses desde que se produjera el ciclo de coloquios Diálogos con Tarkett, que tuvo lugar durante la primavera de 2021. Allí se puso de manifiesto cómo la biofilia es una nueva tendencia imprescindible para el diseño de espacios interiores y exteriores.
En este enlace puedes encontrar más información sobre el encuentro, pero de manera anticipada advertimos que la idea de incorporar este principio o filosofía de vida tiene como objetivo crear espacios más confortables y flexibles, que sean prácticos pero sin renunciar a los aspectos estéticos y, sobre todo, que impulsen el bienestar.
Uno de los compañeros de la biofilia es la luz, la iluminación natural. Con casi dos años soportando estoicamente una pandemia que parece no tener fin, en mayor o menor grado, existe cada vez un interés más potente en traer el exterior a los espacios interiores.
Eso se puede observar en fenómenos como los colores más cálidos, el trabajo con la luz o la introducción de elementos vegetales que aporten vida a esos espacios. Igualmente, se hace mucho hincapié en recuperar la personalización de las estancias, dejando de lado ese interés por las formas impersonales y las líneas sencillas y rectas tan populares en el minimalismo.
Una apuesta a nivel doméstico y comercial
En el ciclo de coloquios Diálogos con Tarkett se puso de manifiesto la necesidad de generar espacios más confortables y vividos, dirigiendo el foco hacia la biofilia. También se hizo hincapié en el cambio de tendencia, cada vez más marcado, en el sector hotelero, para acercarlos lo más posible a los hogares.
La idea es sentirse en los hoteles y alojamientos como en casa, crear espacios con carácter para que esto suponga una reactivación de la industria. A su vez, como la idea es potenciar el vínculo con la luz y el entorno natural, los patios y terrazas juegan un papel clave para generar sensaciones positivas.
La apuesta por la biofilia marca buena parte de las tendencias en interiorismo, y es un caballo al que se suben muchos diseñadores y fabricantes. Ese es, el caso, por ejemplo, de Zara Home. La firma ha trabajado este concepto para hacer de nuestros hogares sitios donde crear nuevas asociaciones con los espacios para incrementar nuestro bienestar personal. Las cortinas de zara home son un buen ejemplo de este objetivo, con diseños pensados para transformar los espacios interiores y hacerlos más agradables y habitables.
Bienestar humano, productividad y creatividad
Esos son los principales aspectos que pretende impulsar la idea de biofilia adaptada al interiorismo, la decoración, la arquitectura o el aprovechamiento de espacios. Muchos entornos laborales, y de convivencia, incorporan elementos naturales o que recuerdan a ella para conseguir estancias más confortables que acaban redundando en importantes beneficios para el organismo.
De los conocidos jardines terapéuticos, muy populares hace años en entornos hospitalarios, se ha ido un paso más allá. La idea es volver a la raíz, a lo natural, a lo ancestral, pero sin renunciar a las comodidades ligadas al progreso. Por mucho que evolucionemos, no dejamos de ser animales racionales muy ligados con la tierra.
Quizás haya tenido que llegar una pandemia para echar de menos lo que necesitamos el contacto con la naturaleza, pero una vez que la sufrimos, ¿por qué no sacar partido de ese aprendizaje con las herramientas que disponemos para ello?